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sábado, 3 de marzo de 2007

BOLETO PARA UN ETERNO RETORNO

“BOLETO PARA UN ETERNO RETORNO”
Por Naty Rigonni Olivo.


Encontrarse con la obra de Leomar es sinónimo de cuestionamiento, de reflexión… y es que, a sus 22 años, el artista nos ofrece ya una verdadera propuesta estética –muy acorde a esta mutación secular- valiéndose de una serie de elementos un tanto sorpresivos, contrastantes, cotidianos, pero escasamente recurridos en la plástica tradicional.

A finales de la década de los setenta ya se gestaba lo que hoy se conoce como artes conceptuales, cuyo fin es trasmitir un concepto estético por sobre una emoción estética y, por sobre una perduración en el tiempo mas allá del tiempo de exposición de la obra misma; coincido con Raúl Herrera, al afirmar que el concepto al ser variable “se convierte en un laberinto de infinitas ramificaciones”. A diferencia de los setenta, donde la experimentación todavía significaba cargar un estigma, los noventa vienen a ser propiamente una década de experimentación plena, conciente, apoyada –e incluso celebrada-, en su mayoría tanto por artistas, críticos y publico en general.

Así pues, tenemos que El Eterno Retorno, es un concepto antes que nada emocional, intenta trasmitir visualmente una recuperación de esencias. Es una exposición cíclica, de maduración infinita, de constante cambio, se plantea y se replantea hacia donde va… esta explotando y reintegrándose una y otra vez. El Eterno Retorno, es una selección de piezas: pintura, arte-objeto, intervenciones, e intervenciones incluso sobre diversas vertientes del arte: fotografía, escultura, pintura; todas con el fin de hacer patente las interrogantes y la visión que Leomar tiene respecto al arte: Es un asunto difícil de discernir, el arte es como un golpe, así directo, contundente, efímero… el arte es digno de ser cuestionado”.

Por si todo esto fuera poco, la propuesta de Leomar, tiene un acierto más, esto es: montar una exposición de vanguardia, con la calidad de cualquier otra a nivel nacional, dentro del marco de una región tradicionalista. Este y otros aciertos, obviamente conllevan un riesgo, la vaga o nula justipreciación a esta propuesta. Así mismo, conlleva una exigencia hacia el artista: Constancia.

Eve Gil define a Leomar como “un niño con alma de viejo”, lo define también como “un nómada, un artista en constante búsqueda”. Definiciones exactas, creo yo, para un joven artista que se ha decidido por salvar distancias y brindarnos un boleto para un eterno retorno al cuestionamiento estético, a la recuperación de esencias, a la búsqueda de nosotros mismos.

Noviembre 1999.

*Nota publicada con motivo de la exposición “El Eterno Retorno”, Galería principal del Teatro Ignacio de la Llave, en la Cd. de Orizaba, Veracruz.

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