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sábado, 3 de marzo de 2007

NATURALEZA MUERTA


NATURALEZA MUERTA*
*Estilo pictórico consistente en suprimir cualquier motivo vivo, humano o animal.
Uno de los fenómenos asociados a la globalización es la multietnicidad, es decir, la convivencia en un mismo territorio, ciudad, comunidad, de personas procedentes de diversas áreas del mundo. No es una novedad, sabemos que en todas las grandes ciudades y los grandes imperios de la antigüedad convivían personas procedentes de lugares muy alejados entre sí. Pero si los fenómenos migratorios no son nada nuevo, en estos momentos se están produciendo con una intensidad y generalidad sin parangón en la historia. Estas migraciones pueden referirse a movimientos pacíficos o agresivos, voluntarios o involuntarios.

Casi todos los seres vivos, por irracionales que sean, viajan regularmente huyendo del invierno, pero en un desplazamiento de ida y vuelta, a lugares más cálidos que el de su residencia habitual: ballenas, mariposas, cebras, canguros, grullas, tortugas terrestres y acuáticas, y hasta el plancton, salen todos los años en busca instintiva del sol veraniego.

Ningún tratado menciona casos de animales que migren de lugares cálidos a lugares fríos… Pero al parecer hay un animal que rompe con esta regla: el hombre.

El caso más significativo y que nos concierne, es el de nuestros compatriotas que diariamente cruzan la frontera norte en busca de mejores condiciones de vida. Atraídos por la esperanza de lograr el “American Dream”, miles de mexicanos migran constantemente a los Estados Unidos. Y aunque la atracción a la luz que irradia este sueño sea casi tan irresistible como lo es para las mariposas nocturnas… el resultado es igualmente peligroso para ambas especies.

En “Naturaleza Muerta”, Leomar nos invita a un recorrido casi transmigratorio -en donde se admite el paso del alma humana ya sea a plantas o animales-, quitándole el sentido filosófico y religioso de purificación o castigo a causa de faltas cometidas en vidas anteriores, dejándolo exclusivamente en la forma “romántica” del humano, que toma la figura de un animal para poder emprender el recorrido a tierras distantes.

A través de pinturas que fungen como anotaciones, de anaqueles y de peceras que contienen objetos recordando un museo de historia natural, el artista nos prepara para el final del recorrido, donde encontraremos un idílico jardín: cascadas de luz, estanques de agua y enredaderas, brindan escondite a tímidas mariposas y pequeñas aves.

Pero mirando atentamente, descubrimos que este paraíso no es lo que parece. El agua es tan sólo un espejo, las enredaderas son artificiales y las esferas de luz que giran constantemente invitando a acercarse a estos oasis, pudieran ser trampas fatales.

Esta naturaleza completamente inerte, fría, sintética y tecnológica, nos remite a la tragedia de las migraciones forzadas, en donde cegadas por el brillo de los reflejos luminosos de un anhelado porvenir, miles de personas desafían las leyes de la naturaleza y se encaminan rumbo al hemisferio norte, no precisamente en busca de un clima más calido, sino de un ‘ideal’ de vida, domesticada…

Y a pesar de saber que están forzadas a esconderse y a buscar una guarida en las orillas, la peligrosamente irresistible belleza del paisaje los incita y seduce a enfrentar el riesgo, pase lo que pase…

Así que pase, no se resista.

Mónica Ashida.
Directora de Arena México Arte Contemporáneo.
Abril 2006.

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